Navidad en plena pandemia: cómo cuidar la salud mental de los mayores (y los no tan mayores)

17 de diciembre de 2020

 

Los cuadros de depresión entre los mayores, ansiedad y trastornos obsesivo compulsivos entre la población aragonesa como resultado de la COVID.
La psiquiatra Yolanda Alonso insta a no hacer celebraciones en espacios cerrados y ver a los mayores por las tardes, al aire libre, dando paseos cortos.

Los cuadros de depresión, la ansiedad y los trastornos obsesivo compulsivos en Aragón se han disparado durante la pandemia COVID-19 y la tendencia no va en descenso. Las personas mayores, con la imposición de los confinamientos, son las más proclives a sufrir cuadros de depresión, aunque curiosamente los casos de ansiedad y los trastornos obsesivos se dan más entre jóvenes y personas de mediana edad. La previsión es que estas patologías aumenten en las próximas semanas ya que siempre tiende a agravarse la situación durante el invierno, con las denominadas depresiones invernales, y con la cercanía de la Navidad y la perspectiva de pasarlas en soledad.

Son las conclusiones a las que ha llegado la psiquiatra Yolanda Alonso, doctora experta en este tipo de patologías del Grupo Hospitalario HC de Zaragoza que ha visto cómo las llamadas y las consultas aumentaban justo después del primer confinamiento, durante los meses de marzo a junio. De ahí que la doctora haga un llamamiento a las familias para estar atentos estos días y detectar síntomas de estrés, ansiedad y depresión entre sus familiares. Sobre todo, los mayores, en el caso de que se pueda coincidir con ellos durante los días especiales de Nochebuena, Navidad, Nochevieja o Reyes.

En opinión de la doctora Alonso, que atiende a sus pacientes en el Gabinete Médico Hernán Cortes de Zaragoza, la pandemia ha tenido dos efectos. Uno directo de interrupción de los tratamientos en el caso de enfermos ya diagnosticados. “Durante los meses del primer confinamiento, al limitarse el acceso a los hospitales no se pudo realizar seguimiento de los casos graves, de ahí que nos hayamos encontrado graves casos de descompensación porque muchos enfermos habían abandonado la medicación”. Y otro efecto de aumento de los trastornos obsesivo-compulsivos y de cuadros de ansiedad. “Personas escrupulosas, de las que limpian pomos de puertas y nunca usan baños públicos, llega el virus y sufren una reagudización severa”, apunta la psiquiatra.

La ansiedad, por su parte, ha afectado más a jóvenes y a adultos que a las personas mayores. “Es más acusado en el caso de quienes teletrabajan, porque han abandonado hábitos de aseo y arreglo personal y eso afecta a la imagen de cómo nos vemos nosotros mismos; si a eso le unes la incertidumbre por el futuro, ante la posible pérdida de empleo, la situación empeora”, afirma la doctora. ¿Las causas? Los cambios que ha supuesto el confinamiento impuesto por el Gobierno, la inestabilidad económica que ha tocado de cerca a la mayoría de los hogares españoles, las dificultades que entraña acostumbrarse a hacer vida intensiva en casa y el incremento de las discusiones e incluso conflictos entre padres e hijos y entre distintos convivientes en las viviendas.

 

 

LOS MAYORES, ANTE LA NAVIDAD

Lo que sí ha advertido la doctora Yolanda Alonso en estos meses es un cambio de actitud de los mayores. Ante el debate generado en las últimas semanas en Aragón (y en el resto de España) sobre la conveniencia o no de celebrar las Navidades con restricciones de participantes, hay un gran número de mayores que se han rebelado. “Los mayores pasan por ser los colectivos más vulnerables o al menos así lo suponemos, sin embargo, son los que más están insistiendo en que vayan sus hijos a celebrar con ellos la Navidad. Aseguran que prefieren verlos y pasar el tiempo con ellos a estar solos. Me dicen: ¿y si es mi última navidad? ¿y si ya no llego a la siguiente?”, comenta la psiquiatra.
En su opinión, lo llamativo es la evolución de pensamiento que se ha producido a lo largo de los 10 meses transcurridos desde el inicio de la COVID. “En vez de tener miedo, como en la primera fase de la pandemia (incrementado por el bombardeo informativo y de las redes sociales con mensajes en los que se decía que si las personas tenían más de 80 años no podían ingresar en la UCI), ahora se ha producido una adaptación al medio y el pensamiento es de ‘si nos toca nos toca’”, sostiene la doctora Alonso.

No obstante, como experta, recomienda modificar los hábitos de celebración y sustituir las comidas y cenas con los mayores en espacios cerrados, por pequeños paseos al aire libre para pasar un rato juntos e intercambiar los regalos. Su diagnóstico coincide con el de otros expertos en geriatría, que advierten de la necesidad de lograr un equilibrio entre atención y cariño hacia los mayores y preservar la salud, sobre todo, en el caso de quienes viven en residencias de ancianos.

Y es que, en Aragón, las cifras hablan por sí mismas: la lista de fallecidos por Covid-19 desde febrero hasta el día 17 de diciembre ascendía a 2355 personas, según los datos oficiales del Gobierno de Aragón. Y cada día siguen conociéndose datos de nuevos infectados y las autoridades sanitarias advierten ya de que con toda probabilidad se producirá un repunte a partir de enero debido a la flexibilización de las medidas restrictivas de confinamiento.
Estos datos no son exclusivos de Aragón. Ya en el mes de abril, tras las primeras semanas de confinamiento en España y otros países, estudios internacionales indicaban que siete de cada diez personas (68,5%) tuvieron síntomas de estrés postraumático, uno de cada cuatro de depresión (25%) y una quinta parte sufrió ansiedad (19,5%).

SÍNTOMAS DE DEPRESIÓN EN PERSONAS MAYORES

La prevención es clave en situaciones de depresión. De ahí que los expertos en geriatría aconsejen, con la llegada del invierno y de las fechas navideñas, estar más atentos ante la aparición de los siguientes síntomas:

  • Tristeza y desánimo, con una persistente sensación de vacío.
  • Pérdida de interés por los asuntos de la familia, las conversaciones, la gente de alrededor.
  • Pérdida de energía: cansancio permanente, deseo de descansar, tumbarse o sentarse en el sofá.
  • Dificultad para concentrarse en tareas sencillas.
  • Alteraciones del sueño: insomnio o exceso de adormilamiento.
  • Cambios en el apetito, fundamentalmente, menos ganas de comer.

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